martes, 24 de noviembre de 2020

Día 5... soltando el músculo

Reflexiones de la sobriedad, día 5:


Somos estructuras disipativas. Si, somos materia auto-organizada en un flujo constante de energía. La manifestación visual de una condición de desequilibrio energético sostenido de manera indefinida.


La entropía buscando equilibrio, creó máquinas de desequilibrio. 


Somos parte de un gran proceso del crecimiento en complejidad a partir de la auto-organización: 


"La materia auto-organizada por el desequilibrio energético abrió otro nicho químico y creó la vida. La vida auto-organizada por el desequilibrio metabólico abrió otro nicho energético y creo la vida compleja... La vida compleja auto-organizada por la selección natural nos creó a nosotros, monos pelados que auto-organizados por nuestra "tribalidad" y el desequilibrio de recursos que describe el principio de Pareto (fenómeno estadístico por el que en cualquier población que contribuye a un efecto común, es una proporción pequeña la que contribuye a la mayor parte del efecto) nos auto-organizamos en sociedades, que auto-organizadas por un constante desequilibrio de fuerzas y tendencias abrimos nichos energéticos, tecnológicos y de conocimiento."


La madre entropía busca disipar la energía de Gaia y nosotros, la vida, cumplimos con esta tarea.


Dicen que el Tao que puede ser nombrado no es el verdadero Tao...  Habitamos una canica (el planeta) de complejidad al rededor de un sol masivo que a su vez es diminuto a orillas de la galaxia. Una galaxia de miles de millones que habita un universo en constante expansión que un día se extinguirá, ya sea por muerte de calor o por big crunch. Esas son nuestras opciones, un chispazo de conciencia entre 2 mares de eterna nada o un eterno ciclo de vida y muerte sin fin de una obstinada muerte. Planta, semilla, planta.


La materia que nos compone, lo más básico de la experiencia, la carne y hueso que nos empacan son solo energías atrapadas en un campo de indeterminación cuántica que se determinan a sí mismas por oscuras leyes de la probabilidad que dependen del observador y que a penas comprendemos. Ciertamente yo no, aquí estoy repitiendo un dogma de física cuántica que ni me consta. Lo real está allá afuera, en vibración eterna indiferente de lo que creas de él. Nuestros sentidos no son puertas, son filtros que nos protegen de lo real.


No nos gusta la miel porque es dulce, la miel es dulce porque nos gusta. Porque quiso el azar de la simbiosis infinita de una Gaia interconectada que el vómito de una abeja fuera una densa fuente de energía para nuestro organismo y evolucionamos para interpretar de manera inconsciente a la miel como algo con buen sabor, pero ni miel, ni abeja, ni sabor, ni lo bueno, ni lo malo existen en lo real, sin nombre, ni significado que subyace a todo los sueños de la humanidad.